POLICRISIS, MULTIRESPUESTAS
La memoria del agua y la voz de los paisajes. Entrevista con Gabriela Bettini, artista ecofeminista.

La alianza de fondos feministas y organizaciones On The Right Track (OTRT) parte de una convicción: la crisis climática es también una crisis de poder, de desigualdad y de violencia, y no puede entenderse, ni revertirse, sin perspectiva transfeminista.

ARTE ECOFEMINISTARetrato de Gabriela Bettini, por IDC Studio en Matadero Madrid. Obra de Bettini en «Extractivismes: exposició col·lectiva». 13a Biennal d’Art Leandre Cristòfol, La Panera, Lleida. , por Jordi Rullo.Retrato de Gabriela Bettini, por IDC Studio en Matadero Madrid. Obra de Bettini en «Extractivismes: exposició col·lectiva». 13a Biennal d’Art Leandre Cristòfol, La Panera, Lleida. , por Jordi Rullo.

Para abrir esta serie de artículos sobre cómo los feminismos responden a la policrisis, conversamos con Gabriela Bettini, artista hispano-argentina cuyo trabajo entrelaza memoria, naturaleza y resistencia. A través de sus pinturas, los paisajes hablan: cuentan historias de colonización, extractivismo y también de supervivencia.

“Los lugares son testigos de las violencias”, dice Bettini, cuya biografía está marcada por la dictadura argentina: cinco familiares desaparecidos y un exilio forzado hacia España. Esa herida atravesó sus primeros trabajos y aún resuena, pero hoy se entreteje con nuevas preguntas: la memoria de los territorios, la voz de la naturaleza y la potencia política del ecofeminismo.

“Para mí la ausencia siempre ha sido un tema que me atraviesa”, explica. Sus primeras obras se centraron en casas y objetos cargados de memoria; luego, esa búsqueda se desplazó hacia la naturaleza con una mirada cada vez más ecofeminista. Al reinterpretar pinturas coloniales y borrar las figuras humanas, descubrió que lo que quedaba no era un vacío: la naturaleza se volvía protagonista, con memoria y cicatrices. Deja de ser un mero decorado de las expediciones europeas a América Latina para convertirse en un sujeto político capaz de contar su propia historia.

 

Expolio y resistencias entre América Latina y Europa

Cuando se le pregunta por los vínculos entre el despojo ambiental en América Latina y en Europa, Bettini distingue intensidades, pero reconoce raíces comunes. En el Sur global, señala, “las violencias son descomunales: minas a cielo abierto, proyectos petroleros offshore, monocultivos, privatización de acuíferos y, hoy, el triángulo del litio”. Todo ello sostiene “el modelo de vida del norte a costa de la contaminación, los desplazamientos y los asesinatos de defensores ambientales”.

“En Europa”, reflexiona, “la violencia es más sutil pero no menos estructural: la privatización del espacio público, la turistificación que expulsa comunidades, las macrogranjas que hacen inhabitables las zonas rurales o la explotación laboral de personas migrantes”. Y concluye: “En ambos casos se trata de un modelo que no respeta la vida ni la interdependencia”.
Aún así, encuentra esperanza en las resistencias compartidas: “Hoy podemos conectarnos más que nunca, compartir estrategias, aprender unas de otras”. De América Latina, dice, “Europa puede aprender especialmente de la capacidad histórica de acuerpamiento y rebelión de sus comunidades”, una reflexión que también inspira los encuentros de OTRT.

«Extractivismes: exposició col·lectiva». 13a Biennal d’Art Leandre Cristòfol, La Panera, Lleida.  Fotografía: Jordi Rullo.

Narrar más allá del colapso

La pregunta de cómo narrar la crisis climática sin caer en la desesperanza atraviesa su obra. Bettini busca contar desde el deseo, no desde la catástrofe: “Vivimos en una saturación de imágenes de destrucción. Yo intento narrar desde la pregunta: ¿cómo sería un mundo donde no necesitemos defendernos constantemente? ¿Dónde cuidar no sea un castigo?”.
Para ella, la poesía y el arte pueden abrir debates, proponer salidas e imaginar futuros posibles. “Escuchar a los paisajes es parte de imaginar otros futuros”, afirma.

Esa búsqueda, compartida también por OTRT, consiste en contrarrestar los discursos de odio y miedo con relatos de cuidado, rebeldía y creatividad. “La denuncia es necesaria”, dice, “pero quedarse solo en lo devastador conduce al colapsismo”. Su estrategia pasa por tejer alianzas, incluso imaginarias: con autoras ecofeministas decoloniales, con novelas que sugieren otros mundos y con referencias culturales que permiten pensar más allá de la denuncia. Entre sus inspiraciones cita a Alicia Puleo, Rita SegatoMaristella Svampa.

Cuerpo-territorio e hidrofeminismo

Una de las nociones que más la interpelan es la del cuerpo-territorio, que vincula la vida de los cuerpos humanos con los ecosistemas. “Un ejemplo claro es el hidrofeminismo, que nos recuerda que el agua atraviesa todos los seres vivos y guarda memoria de tiempos geológicos. El agua que bebemos pudo desprenderse de un glaciar hace siglos, y está mezclada con la que llovió ayer. Lo que le pasa a un territorio le pasa a nuestros cuerpos, y viceversa”.
Desde los microplásticos en el organismo hasta la explotación de tierras agrícolas, la interdependencia se vuelve tangible: los cuerpos y los territorios comparten heridas y luchas.

El arte como posibilidad

Gabriela no idealiza el poder del arte: “No cambia leyes ni reemplaza la política”, reconoce. Pero reivindica su capacidad para abrir grietas en la imaginación colectiva. “Uno de los grandes logros del capitalismo ha sido convencernos de que no hay alternativas. El arte puede recuperar la capacidad de imaginar futuros distintos, recoger sentires de la calle y abrir debates en espacios de gran visibilidad como bienales y museos. Ahí reside su potencia transformadora”.

 

Exposición Raíces Secundarias", imagen cortesía de la artista y galería Sabrina Amrani.

Su proyecto más reciente explora el camuflaje y el mimetismo en la naturaleza como metáforas de supervivencia. Inspirada en Amador Fernández-Savater, investiga el poder de lo débil, esa fuerza silenciosa que se adapta y resiste. Una lección que tanto el arte como la naturaleza ofrecen para enfrentar el presente.

Así, su obra recuerda que el arte puede ser un ejercicio de memoria, denuncia e imaginación política.


Como en los cuadros de Bettini, la memoria del agua y la voz de los paisajes siguen hablándonos  (de lo que fuimos, de lo que aún podemos ser), recordando que la justicia climática es también justicia de género, y que los feminismos responden a la policrisis con memoria, cuidado y creatividad colectiva.

 

 

 

 

 

 

 

 

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